“Observó el cerezo mientras el aire lo mecía en la perfecta estación de primavera. Sus flores blancas se disipaban unas con otras como en una ronda, imaginaba cuando le hablaba sobre su tartamudez. Siempre le decía, piensa en las palabras como unidas en una gran danza, no hay rupturas ni desconexiones, van de la mano, permitiendo que tus labios y el sonido se logren unir sin permitir la separación. Entonces cerró los ojos, sintió la briza y al fin le habló. Yo le observe desde lejos, le sonreí. En mi lista de tareas finales un ticket”
Las personas le temen a la palabra tartamudez, algunos prefieren disfrazarla y le llaman disfluencia, bloqueo, falta de fluidez. Se llama tartamudez, puedes ser tartamudo; y aquello no te define en lo absoluto, solo debemos aprender a manejarlo. Y para eso estamos nosotros, los fonoaudiólogos.
Él llegó a mí sin saber esto, y aquel día nuestra sesión se tornó eterna, cada instante era robado, y sus ojos jamás se topaban con los míos, sus palabras se destruían en tropiezos continuos, sonreía, reía, temblaba y sudaba. Yo le miraba, estaba muy atenta a su historia, mientras él entre recuerdos y miedos, trataba de decir alguna palabra sin mover más de la cuenta su rostro. Finalmente me dice, “con las mujeres es peor”, ambos reímos y aquello le dio más confianza.
Comenzamos a trabajar, una vez por semana hablábamos de él, de su trabajo, las personas, sus días buenos y sus días malos. También habían sesiones buenas y sesiones malas, y con ellos muchas frustraciones, pero él confiaba en mí, no en mí: Daniela, en mí como terapeuta.
A veces se sentía impaciente, a veces quería dejarlo, a veces se frustraba más de la cuenta y su miedo a la palabra no lo dejaba ver más allá, pero un día me dijo… creo que debo aprender a dominar este pequeño monstruo, todos tenemos alguno no? , me sentí orgullosa, él ya lo entendía, mi labor no era “sanarlo”, mi labor era entregarle las herramientas para manejarlo y él sabiamente ya lo entendía.
Así pasó el tiempo, pronto era más fluente, usaba sus técnicas y comenzaba a dominar ese pequeño monstruo, pero había una tarea final. Le pregunté, que quieres hacer, que antes no has podido hacer?, me sonrió.
Aquella tarde de primavera, fue emocionante. No sabía si era una agente encubierta, una espía del amor o una fonoaudióloga evaluando la prueba final de su paciente con tartamudez. El estaba allí, cerca del cerezo, esperando por su cita, la chica del trabajo que por meses, el trato de invitar a salir, pero su pequeño monstruo lo frenaba. Estuve lejos, sintiéndome como en una película, el aire meció al cerezo, ella llegó al encuentro, el se acercó, le habló y me sonrió… los vi alejarse, mientras un ticket en mi pauta, en la última etapa del tratamiento indicaron el alta.
Tiempo después lo vi, ya maneja su pequeño monstruo, pero me dice que no duda en utilizarlo cuando a su conveniencia resulta pertinente jajaja.
La tartamudez no debe esperar, debe ser tratada. La gravedad depende de muchos factores, sus signos son variables, la solución no es decir, respira, toma aire, dilo lento… los nuevos estudios han entregado un nuevo abordaje. Es importante tratarla y conocer que lineamiento seguir según el paciente.
Si necesitas ayuda….Keep Calm and pon un fono en tu vida
Daniela Guzmán, a veces tartamuda.
Flga.danielaguzman@gmail.com
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