Para nadie es novedad que en el último tiempo nuestro país ha recibido a una gran cantidad de extranjeros que han venido a diversificar nuestra sociedad. En Aconcagua vemos nuevos habitantes con otras culturas, idiomas y tonos de piel, pero… ¿estábamos preparados? No todos son felices con esta situación que nos pone a prueba. A la luz han salido casos de racismo, maltrato y abuso laboral.
«Y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero»…
En Chile la inmigración no es nueva y nuestro valle no es la excepción. Entre 1880 y 1920 hubo fuerte presencia italiana y palestina, quienes prefirieron estas tierras para mejorar su calidad de vida. Atravesaron en mula desde Argentina por la Cordillera de Los Andes hasta nuestro país, y por los productos que ofrecían, supieron apoderarse del comercio local rápidamente. La inmigración hasta fines del siglo XX no fue entendida como “problema”.
No hemos sido un país receptor de grandes grupos de inmigrantes y su proporción se ha mantenido estable (cerca de un 3% en la actualidad). En las últimas décadas ha habido un cambio en el patrón migratorio hacia Chile. Desde los años noventa han llegado nuevos inmigrantes desde Perú, Bolivia y Ecuador; y últimamente fuerte presencia desde Colombia, República Dominicana y Haití (Maria Emilia Tijoux , 2017).
En la actualidad podríamos señalar que existen dos tipos de demandas migratorias: por economía, donde arrancan de la miseria que viven; la segunda por asilo, donde escapan de la inestabilidad política. En el caso de Haití se mezclan ambas, ya que son uno de los países más pobres del mundo y con muchos de sus habitantes en situación de hambruna, además de sus cambios políticos que han azotado el equilibrio del país.
Multiculturalidad v/s xenofobia
En el proceso que se llevó a cabo para formar las bases ciudadanas para una nueva constitución, resonó muchas veces la palabra multiculturalidad, que tiene directa relación con el fenómeno migratorio que estamos viviendo, y de manera muy simple esto no es más que la constatación de la existencia de diferentes culturas en un espacio geográfico y social. Por otro lado, tenemos también un término relativamente moderno, la interculturalidad y plantea la existencia de una interacción de dos o más culturas de un modo horizontal donde se favorece la integración de los individuos; sin embargo, parece ser que para un porcentaje de los chilenos la palabra “inmigrantes” denota algo negativo, lo que ha llevado a culparlos de afectar el mercado laboral, los servicios públicos y las relaciones vecinales, pero ellos sólo buscan alimentar a sus familias, educar a sus niños, sostener a quienes dejaron en su país de origen y lograr sobrevivir en un nuevo país. Algo que para cualquiera de nosotros sería difícil.
«Todos los inmigrantes son delicuentes»
En cuanto a la relación inmigración – delincuencia, que es lo que preocupa a muchos compatriotas. De un total de 411 mil extranjeros residentes en Chile, equivalente al 2.3% de la población nacional, 2.645 personas de otras nacionalidades se encontraban en cárceles chilenas en noviembre de 2016. De esta manera, los extranjeros cumpliendo una pena en Chile corresponden al 0,64% del total registrado por Extranjería. En 2015 ese porcentaje era del 1.31%, demostrando que la cifra va en descenso (Inmigración y delincuencia, En la lupa, 2017).
Dicho esto… ¿Qué es lo que tenemos que trabajar como país para cambiar este escenario?
Empezar por incorporar los términos mencionados en los párrafos anteriores en nuestro vocabulario y materializarlos en nuestro diario vivir. También desmitificar frases que los segreguen, como: “todos los inmigrantes son delincuentes”, sumado a compartir informaciones como ésta, que nos ayudan a romper mitos en torno a la migración. Si ponemos un esfuerzo personal y desde entes públicos y privados, haremos sin duda de Chile un país más inclusivo, multicultural e intercultural.
Yo, tú, ellos… Nosotros: El Chile que queremos
Liseth Cortés
Administradora Pública