Hace un tiempo que vengo observando algunas dinámicas en redes sociales y medios de comunicación en las que se nos ha devuelto en parte un poder perdido desde el tiempo de los famosos matriarcados, de las brujas que devolvían la salud y alejaban a los demonios de las tribus. Pero me preguntó: ¿Cómo nos afecta internamente este proceso de empoderamiento?
A veces tengo la impresión que ha sido como de golpe y algo violento el hecho de tener que “saber” manejar toda la inmensa cantidad de información y aplicación de nuestro fuerza y poder que no puedo dejar de sentir que aún estamos vibrando en los extremos.
Debo admitir que observo en mi entorno la necesidad de perpetuar a esta mujer fuerte que todo lo puede, en desmedro de una actualmente oculta su fragilidad. Es claro que somos seres sociales y de alguna forma esto nos define, necesitamos identificarnos primero con nuestra individualidad. Pero… ¿cómo sobrevivir a la presión que nos imponen y nos autoimponemos de responder a este gran desafío?
Es probable que hayan oído la frase: “Deja que fluya”, pero ¿cómo se hace en la realidad?
Te invito a responder algunas preguntas para conectar con lo que fluye de ti: el primer paso es encontrarte contigo, descubrirte, no en esos pensamientos fugaces que vienen y van, sino en aquellos que están en las profundidades de tu inconsciente, al menos algunos de ellos, por ejemplo:
• Enumera algunas acciones que realizas en las que te sientes fuerte. Identifica en qué lugar de tu cuerpo se siente reflejada alguna emoción (escribe si es negativa o positiva).
• Al pensar en las cosas que haces diariamente: ¿Realizas más actividades en las que debes luchar por tus derechos o en las que sabes que lo que ocurre es tu pleno derecho?
• ¿Cuántas veces al día dices, piensas o sientes que estás cansada? ¿En qué lugar de tu cuerpo sientes ese cansancio?
Si la mayoría de las respuestas te llevan a creer o sentir, que el empoderamiento es algo agotador, es muy probable que estás conectando con un concepto de fuerza externos a ti; es decir, presión social. Sin embargo, si las respuestas tienden a la valoración de tu poder personal podrás darte cuenta que todas tus batallas son en plena lealtad hacia ti.
En la identificación de estos mínimos elementos de nuestra cotidianeidad es donde radica nuestra fragilidad, es difícil en una primera instancia saber donde siento la molestia o el disfrute en relación a alguna actividad, pero nuestro cuerpo es nuestro mejor medidor de energía.
La receta es simple y a veces difícil: Bríndate más amor, permítele a tu entorno cercano cuidar de ti, ser fuerte es ser frágil también y por más fuertes que seamos (no hay duda de aquello), estamos diseñados para dar y recibir energía amorosa. Esto es la verdadera fluidez de la vida.
¡¡¡Haz la prueba!!!
Marcela Albornoz
Profesora General Básica
Tarotista – Astróloga – Maestra de Reiki