Hace un año y cuatro meses que mi vida cambió para siempre. No duermo de corrido desde la noche previa a parir. Estuve toda esa noche con contracciones – 16 para ser exactos-, hice prácticamente todo el trabajo de parto en casa. Desde ese día dejé de ser yo para ser lo más importante para mi hija: su fuente de alimento, su regazo calientito, quien la cuida y la calma – para darme 100% a ella, para formar una dupla perfecta de amor incondicional.
Es cierto, una deja de ser lo que era. Los primeros días después de parir me miraba al espejo y no reconocía a esa mujer-madre.
A veces, aún me cuesta encontrarme, reencontrarme con la mujer, pues la madre es la protagonista ahora. La otra vez una amiga me preguntó si me arrepentía de haber sido madre, si hubiese pensado más mi decisión de saber que sería así de complejo. Yo le dije que no, no me arrepentía. Es verdad que la vida no vuelve a ser la misma. Que no tienes los mismos tiempos, que ansías poder ir al baño sin que golpeen tu puerta, que no puedes ducharte en calma, que no puedes cerrar los dos ojos al dormir, que vives preocupada de ella todo el tiempo. Que los tiempos con tu pareja son escasos y a veces cuesta encontrarse.
Pero es cierto también que mi vida tiene un sentido real con ella y por ella, que sus besitos mojados, sus patitas corriendo por la casa, sus cantos y chamullos, sus abracitos, su olor, su sonrisa incompleta, sus carcajadas dulces, cada uno de sus movimientos llenos de vida, su mirada sorprendida con cada cosa nueva, llenan mis días por completo.
Cuando escucho «Mamá» todo tiene sentido, todo vale la pena: las noches en vela, los días interminables dando pecho a toda hora, vuelvo a vivir, a llenarme de fuerzas, a llenarme de amor.
Cuando escucho «mamá» mi corazón se derrite, corro a abrazarla, a llenarla de besos y arrumacos, a decirle que la amo con todo mi ser, a decirle que mi vida sin ella no tiene sentido.
Ser madre es una renuncia, es una renuncia constante: a mis tiempos, a mis deseos, a mis ganas de hacer algo para mi, pero es una renuncia por amor, por un amor incondicional, que hasta ahora, no creía que fuera posible.
Cynthia Zabala Gómez
Mujer, madre, esposa y psicopedagoga.